viernes, 24 de febrero de 2012

El Athletic tuvo que recurrir a la épica
para resolver un partido enrevesado

Pocos partidos se suelen ver tan complejos como el que jugaron el Athletic y el Lokomotiv. Dijo Bielsa en la sala de prensa que fue un partido de muchos matices. Sería quizá más descriptivo decir que hubo varios partidos dentro del mismo partido, hasta convertir el choque en un asunto más mental que futbolístico, con movimientos más propios del ajedrez que del deporte del balón. Hubo tantas cosas a lo largo de los noventa minutos que contarlas todas daría para escribir una de esas novelas río que lo mismo sirven para leer, que de almohada para la playa por su volumen. Una novela que podría escribirse además en diversas claves, recurriendo al género o subgénero que más domine el autor. Hubo novela negra, protagonizada por un Lokomotiv suburbial; hubo también bastantes páginas de misterio e intriga y, cómo no, hubo un sitio preferente para la épica que, como no podía ser de otro modo, le correspondió en su totalidad al Athletic. La novela tuvo un planteamiento que hubiera desalentado al mejor lector, con el campo medio vacio y frío en el comienzo, y un nudo enrevesado pero un final feliz, con un San Mamés en ebullición rendido al coraje de sus héroes.
Hubo también un entrenador, Bielsa, que se equivocó de salida, y otro, Bielsa también, que estuvo ágil y decidido para ir cambiando esquemas y retocando posiciones a lo largo de todo el segundo tiempo hasta convertir a su equipo en un carrusel que supo mantenerse girando hasta el último minuto.
Es curioso cómo la baja de un lateral, en principio un puesto secundario, puede provocar un verdadero lío en un equipo. Faltaba Aurtenetxe y Bielsa optó por poner en su lugar a De Marcos manteniendo a Toquero en el sitio del todoterreno. Se vio muy pronto que no era una buena solución. Couceiro también había estudiado muy bien al Athletic y planteó un partido de contención basado a partes iguales en un excelente posicionamiento de su equipo, en la caradura de la mayoría de sus jugadores y -aquí entra un factor incontrolable- en la ineptitud de un árbitro que se dejó tomar el pelo durante todo el partido por los jugadores rusos. También cabe extraer una conclusión de la actuación del colegiado, a saber, que si en Polonia tienen a este semoviente por internacional, sufren un problema arbitral que no lo arregla ni la virgen de Chestokova. El arbitraje del tal Pawel Gil solo se hubiera podido comprender de estar todavía en vigor el Pacto de Varsovia.
Pero vayamos a los problemas que nos importan, que fueron los que sufrió el Athletic durante todo el partido. El Lokomotiv sembró un campo de minas en San Mamés. Muy bien escalonados en tres líneas, los rusos cerraron los caminos hacia su portería, minimizando los espacios y jugando con el cronómetro, sin ningún empacho en perder tiempo desde el minuto uno. La opción del doble delantero con Toquero junto a Llorente, aunque Gaizka trataba de moverse a lo largo de todo el frente de ataque, no funcionó porque había demasiada gente para tan poco espacio y porque los rojiblancos no sabían encontrar desde atrás líneas de pase entre las trincheras de los rusos. Se vio pronto que aquello estaba muy complicado. El Athletic no podía imprimir ritmo al partido, constantemente interrumpido por el Lokomotiv, y sin ritmo ni velocidad los rojiblancos se asfixiaban en su propia red de pases a ninguna parte.
Bielsa lo vio claro y en el descanso cambió completamente el sistema. Retiró a dos de los más desafortunados, Iturraspe y Susaeta, metió a San José en el eje de la defensa para adelantar a Javi Martínez al centro del campo donde, efectivamente, hacía falta más energía, y sacó a Iñigo Pérez para colocarlo de lateral y devolver así a De Marcos a su posición en la media punta.
Con la nueva configuración el Athletic jugó los mejores minutos del partido. Toquero, más pegado a la banda derecha, volvió a asociarse de maravilla con De Marcos, igual que ante el Málaga, y desde aquel lado empezaron a llover balones al área de Guilherme como no lo habían hecho a lo largo de toda la primera parte. Entonces se pudo apreciar, por fin, la superioridad de los rojiblancos sobre su rival y se atisbó la resolución de la eliminatoria. Lástima que durara tan poco. Apenas catorce minutos, el tiempo que tardó Amorebieta en ver su segunda tarjeta amarilla. También ese asunto merece su microrrelato. Caicedo eligió chocar con Amorebieta en lugar de disputar un balón aéreo. Era falta del delantero, pero la cosa acabó en un rifi rafe que al colegiado saldó amonestando a los dos, lo más fácil. En una jugada posterior, Amorebieta se despistó, nadie le avisó de la presión que le iba a hacer un rival a su espalda y no tuvo más remedio que derribarle. Nada que objetar a la segunda tarjeta, pero que Tarasov llegara al minuto noventa en el terreno de juego, después de una infinidad de faltas, dos manos y una agresión a Muniain, define la incompetencia del colegiado.
Con uno menos solo quedaba recurrir a la épica y el león despertó de inmediato. Casi en la jugada siguiente, un defensa impidió que el disparo de Herrera llegara a la red. Fue la mejor ocasión del partido. En el corner consiguiente, Llorente cabeceó superando a tres defensores y Muniain fusiló desde cerca. Si San Mamés ya estaba volcado el gol terminó por fundir a equipo y público en la misma lucha. Quedaba media hora larga de sufrimiento. Cuando flaqueaban las piernas arreciaban las gargantas; cuando el miedo silenciaba al graderío, surgían tipos como Muniain o De Marcos, ¡qué carrera de área a área de ida y vuelta se pegó en el minuto 85!, como Javi Martínez o Toquero, como el propio Llorente defendiendo hasta en la posición de lateral, poniendo todos el corazón, muriendo en la pelea.
Y desde la banda, Bielsa corregía una y otra vez. Retiró a Herrera para reforzar la trinchera con Ekiza; Javi otra vez al eje de la defensa e Iñigo Pérez al medio; De Marcos de regreso al lateral, Munian a los relevos, Iraola a echar una mano a los centrales y Toquero en su ayuda. El Lokomotiv metía delanteros y el Athletic se reinventaba. Fue un despliegue sensacional de todos, jugadores y banquillo, que dice mucho de un equipo excelentemente trabajado, con jugadores polivalentes capaces de rendir en distintos puestos, de asumir responsabilidades y de ser fieles a una idea. De hecho, en esa larga media hora el Lokomotiv solo pudo cobrar un remate lejano, que Iraizoz detuvo sin problemas. Si la tensión se disparó hasta el límite fue por el carácter irrevocable en una eliminatoria de un gol, un solo gol que en esas condiciones puede venir en un golpe de mala suerte. No se produjo y llegó, por fin, el final feliz que merecía el Athletic por su esfuerzo y porque, en el balance general, demostró ser superior a su rival. El viejo león apareció en el momento preciso. Donde no alcanzó el fútbol, llegó el corazón indómito de este equipo. San Mamés sufrió y disfrutó como en las grandes noches. El Lokomotiv es ya un capítulo más de este largo cantar de gesta. El Manchester United ya asoma en el horizonte.
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3 comentarios:

Gontzal dijo...

Amén.

El viejo León y el viejo San Mamés, los Eup que acompañaron al himno al final de partido sonaron a desahogo, gritos liberadores de tensiones.

Bielsa se equivocó, efectivamente, pero estuvo rápido y brillante alterando todo el equipo con dos retoques. Bien el Loco.

Un detalle. Hay que repetir el minuto de silencio del inicio. Biritxi no se merece ese fistro de homenaje. Ni se oyó el llamamiento por megafonía (cada vez suena peor), pilló a medio San Mamés entrando y los cerebros afeitados no callaron.

Juan Carlos Latxaga dijo...

No hubo minuto de silencio, Gontzal, y ni siquiera llevaron luto los jugadores. Para esas cosas la UEFA es muy tiquismiquis y no suele permitir nada que ellos consideran ajeno al partido. Si el árbitro tardó un poco en ordenar el comienzo supongo que sería por el ajuste horario con la televisión.

Josu O. dijo...

De acuerdo en lo del árbitro pero aún así lo de Amorebieta no tiene nombre. Hay que andar más listo!!

Nos tenía mal acostumbrados esta temporada.