domingo, 18 de diciembre de 2011

El Athletic despertó a tiempo de la pesadilla

Lo que pudo ser un festival se convirtió en una pesadilla. Afortunadamente, esta vez el Athletic despertó a tiempo de comprobar que todo había sido un mal sueño y que la realidad no era otra que su incontestable superioridad sobre un Zaragoza que pasó por San Mamés como un alma en pena.
El andaluz Pérez Montero fue el responsable de que el rumbo del partido se torciera para el equipo rojiblanco. La puesta en escena de los de Bielsa fue espectacular. No habían pasado seis minutos de juego y Susaeta se había plantado tres veces solo ante el guardameta zaragocista. Falló las dos primeras y acertó a la tercera. Su posición centrada en el eje del ataque, dejando que Toquero cayera a la banda, sembró el desconcierto en la zaga rival hasta el punto de que sus tres llegadas a puerta se produjeron de forma similar: fallo de marcaje y agujero entre los centrales blanquillos, que no sabían a quién coger por no tener una referencia clara.
Iñigo Pérez jugaba entonces a placer y Herrera se movía en segunda línea rompiendo la primera barrera que planteaba el Zaragoza.
El partido tenía toda la pinta de una goleada. Por fin el Athletic conseguía abrir la lata a las primeras de cambio y se disponía a disfrutar de las facilidades que le tenía que dar un rival obligado a abrirse. Daba la impresión de que el Zaragoza iba a ser la víctima propiciatoria que pagaría los platos que rompieron el Granada y el Racing.
Pero en éstas llegó el debutante Pérez Montero. La primera vez que los delanteros zaragocistas pisaban el área de Iraizoz, una defensa blanda al borde del área obligó a Javi Martínez a tirarse al suelo ante Lafita, que enfilaba la portería. El central rebañó el balón con limpieza y claridad, pero el colegiado decidió que aquello no solo era penalti sino que, además, debía expulsar al rojiblanco. Corría el minuto 22 y Poncio estableció la igualada desde los once metros. El gol de ventaja le había durado al Athletic la habitual media de minutos, entre quince y veinte. Otra vez un rival echaba por tierra casi sin querer lo que tanto trabajo le había costado al Athletic. Pero en esta ocasión, el desastre venía con el agravante de quedar en inferioridad numérica.
El Athletic acusó el golpe durante los minutos siguientes, cuando el equipo de Aguirre dio un paso adelante envalentonado por una situación con la que ni siquiera hubiera soñado unos instantes antes. Pero fue a partir de un momento tan complicado como el que estaba sufriendo, cuando el Athletic mostró toda su grandeza. El Athletic entendido como la suma de equipo y afición. El banquillo aportó soluciones, los jugadores apretaron los puños y el público empujó como solo empuja una afición tan sabia como la de San Mamés cuando comprende que el equipo necesita que se le arrope.
La situación de inferioridad numérica destapó la riqueza táctica que atesora el Athletic. Tras unos pocos minutos improvisando con Iturraspe como central, Bielsa sacrificó a Iñigo Pérez (lástima porque se veía al chaval con ganas) para dar entrada a San José con objeto de que Iturraspe recuperara los metros que se había retrasado.
Pero fue tras el descanso cuando el Athletic recurrió a múltiples variantes. Herrera por delante o por detrás de Iturraspe, iniciando la salida del balón, De Marcos como lateral o De Marcos por dentro, apoyando a Susaeta en terrenos más comprometidos, Amorebieta saliendo con descaro, Aurtenetxe echando una mano al eje de la defensa o constituyendose en extremo izquierdo, Muniain alternando su posición en función de los movimientos de Herrera e Iturraspe... Con uno menos, con un árbitro capaz de poner de los nervios al más templado, ante un rival que no dudaba en cometer falta tras falta, los cada vez más escasos ratos en los que no se dedicaba a perder el tiempo, el Athletic fue dueño del balón y de los espacios. El público entendió el esfuerzo que estaba haciendo su equipo, comprendió que a pesar de todo, los leones podían y debían ganar el partido y San Mamés estalló. ¡A por ellos!. Fue el grito de guerra preludio del asalto final.
La expulsión de Lanzaro, que sonó a compensación arbitral, devolvía el equilibrio después de cuarenta y ocho minutos (un tiempo entero) en los que el Athletic se tuvo que dejar la piel en inferioridad. En igualdad de condiciones otra vez, el partido volvió al escenario de los primeros minutos, es decir el Athletic arrollando a un Zaragoza asustado y encerrado en su área. Marcó De Marcos, pero el líner señaló un fuera de juego inexistente y el árbitro volvió a equivocarse gravemente contra el Athletic, pero, afortunadamente, esta vez el sacrifico tuvo premio a última hora. Ibai, que había sustituído a Susaeta, enlazó con De Marcos y su excelente servicio acabó en la red empujado por Toquero. El Zaragoza no tuvo arrestos para reaccionar en los escasos siete minutos que mediaron hasta el pitido final. Esta vez no hubo despistes de última hora y el Athletic despertó a tiempo de la pesadilla que sufrió otra vez en su propio campo.
Como tantas veces esta temporada, el equipo de Bielsa fue infinitamente superior al rival pero tuvo que sudar sangre para rentabilizar su mejor fútbol, mientras que el equipo que estaba enfrente estuvo a punto de llevarse un botín importante sin necesidad de hacer prácticamente nada. No es normal que los primeros quince minutos del partido se saldaran con un solo a favor, pero es mucho más preocupante si cabe, que Lafita llegara a la posición a la que llegó con el balón en los pies, independientemente de que Javi Martínez se lo arrebatara limpiamente. El Athletic volvió a tener ante el Zaragoza, los dos problemas que no supo resolver ni ante el Granada ni ante el Racing, y además se le sumó un tercero: un árbitro recién ascendido más perdido que un pulpo en un garage. A todo se sobrepusieron los rojiblancos, ese fue su mérito, porque un nuevo tropiezo en casa hubiera dibujado un escenario más que preocupante.
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3 comentarios:

Gontzal dijo...

Vaya suspiro solté con el gol, qué impotencia viendo cómo casi se nos va otro partido...

La suerte no es algo que esté de nuestro lado este año. Lo del trío arbitral, innombrable. Además del penalti, lo del linea número levantando la bandera en el gol de Susaeta, de nota.

Hablando de Markel, 1/3 en la resolución, algo es algo. Parece que leyó Twitter y se nos picó.

Me encantó Herrera, qué personalidad, y de Marcos brillante, más aún viendo ahora cómo disputó el partido.

A Iturraspe hay que reconocerle el trabajo, aunque me sigue pareciendo muy frío, me dio pena también lo de Iñigo.

Ganar el partido, haciéndolo como se hizo, y sin Javi, Llorente e Iraola en el campo tiene mucho mérito.

Vendrá bien el parón, aunque no sé si irá alguien el miércoles al partido. Se le junta todo en contra al Club: hora impresentable, Santo Tomás y Huelga de Metro. Si se llega a 10.000 espectadores, un éxito de entrada.

Anónimo dijo...

Un partido no tiene pinta de nada, es el que es.....

En um momento puede cambiar para un lado o para otro, como fue.

El árbitro mal.
Para mí es penalti el de Javi y expulsión, pudo sacar a ponzio la segunda...
Tarjeta roja a paredes por agresión a De Marcos, patada tras despejar el balón
La mano de Lanzaro no me parece voluntaria, le rebota en la pierna...por lo tanto no era ni mano ni tarjeta.
Aunque al final es todo interpretación del árbitro.

Y Toquero marcó, en la posición de ariete....

Juan Carlos Latxaga dijo...

Lo del trío arbitral fue delirante. En el gol de Susaeta el línea con el banderín levantado señalando fuera de juego. Lo de Javi no es penalti como se puede ver en televisión o como lo pudo ver, mejor, el línea, de cara, que el árbitro. La mano de Lanzaro tampco es para tarjeta, pero me imagino que el trío arbitral se enteraría en el descanso de los despropósitos del primer tiempo y tenían unas ganas locas de compensar.
Susaeta me gustó como falso nueve y Herrera me pareció el mejor, asumiendo la responsabilidad. También Iturraspe estuvo más participativo que otras veces y De Marcos, con dos cojon... aunque casi no lo podemos volver a decir.
Contra el Oviedo, con huelga de metro, partido en la tele y Santo Tomás, no parece que se den las mejores condiciones para que haya gente, pero vaya usted a saber...