lunes, 19 de septiembre de 2011

Desmadre en la catedral

Más de treinta años viendo al Athletic cada semana es tiempo más que suficiente para desarrollar una especie de sexto sentido que permite deducir bastante aproximadamente por qué derroteros va a transcurrir un partido a partir de lo acontecido en los primeros cinco minutos. Podría resumirse en que si el Athletic no ha forzado un par de corners, no ha levantado un par de centros o no ha hecho moverse al portero rival en esos primeros cinco minutos, malo. Y no se habla aquí del Athletic de las grandes ocasiones, ese que sale desmelenado a comerse el mundo. No, me refiero al Athletic cotidiano, a ese que, sobre todo en San Mamés, intimida al rival en el arranque explicándole clarito y por derecho, que diría aquel, quién manda en el campo. En los viejos tiempos en los que el Real Madrid apelaba a la épica y a los pisotones de Juanito para eliminar equipos alemanes en el Bernabéu, Camacho recurría a la psicología parda para aleccionar a sus compañeros. El saque inicial debía ser suyo, y el primer remate, de no ir a puerta, debía estrellarse contra la valla de la publicidad para que el sonido del balonazo retumbando en la chapa provocara el doble efecto de encender a la grada y amilanar al rival. Hoy en día los anuncios no son de chapa, sino tableros luminosos, así que ahora Camacho diría que ni hay ruido ni hay ná. Sin llegar a verbalizarlo de esa manera, también el Athletic ha practicado siempre esa estrategia de intimidación temprana. Corners, centros, balones sobre el punto de penalti, anticipación, al menos durante los primeros veinte minutos, tiempo suficiente para poner en situación al graderío y al rival. Ya sabemos que no es ese el estilo que predica Bielsa, pero a su manera, hay formas de hacer entender al contrario que tendrá que sudar sangre si quiere llevarse algo de San Mamés. Ocurrió contra el Rayo y ocurrió contra el Betis. En esos primeros cinco minutos que marcan la temperatura del partido, fue el rival quien se hizo con el balón y con el espacio llevando el partido a la parcela del Athletic y desvelando un equipo rojiblanco apocado, reconocible como el de sus peores tardes. Suele suceder en estos casos que todo se pone en contra. Anoche Iraizoz mostró el camino a los andaluces organizando una barrera mal colocada y peor construida para defender una falta que solo Ayza Gámez vio en una disputa de Amorebieta. La falta no tenía excesivo peligro, pero el medio punterazo de Beñat, ¡qué casualidad!, se coló por el lado del portero, sin necesidad de parábola ni exquisiteces, porque la puerta estaba abierta. Este gol en contra a los seis minutos sacó al Athletic de un partido en el que ni siquiera había entrado. Minutos después, un fallo defensivo masivo que empezó en una absurda protesta sobre si el balón había salido por la banda o no, desembocó en dos jugadores béticos libres de marca en el área pequeña con el balón controlado. Si los dos equipos hubieran pactado entonces acabar el partido, y solo habían transcurrido doce minutos, todos lo hubiéramos agradecido, sobre todo el Athletic.
Marcelo Bielsa alineó el mismo equipo que tan buena imagen había ofrecido el jueves en Bratislava. Qué sucedió para que ese equipo tan pizpireto y atrevido se convirtiera en apenas tres días en el pelotón de los torpes, pertenece a los arcanos del fútbol. Queda dicho que la puesta en escena fue lamentable, pero es que después se sucedieron los errores, individuales y de concepto, hasta convertir al Betis en un gigante apoyado en dos delanteros diminutos que acabaron desquiciando a una defensa que tampoco es que necesitara mucho para ponerse a cazar mariposas. Bielsa lo intentó permutando las posiciones de Javi Martínez, que volvió a empezar de central, y Gurpegui, de Susaeta y Gabilondo en las bandas, pero nada salía porque el Athletic asistía impotente a la exhibición de un equipo que hacía exactamente lo que el técnico argentino había ordenado hacer a sus jugadores, es decir, presionar muy arriba la salida del balón y mantener su posesión el mayor tiempo posible. Sin balón, el Athletic entró en una agonía de la que solo empezó a salir a base de un derroche de coraje tan encomiable como inútil. Acortar distancias antes del descanso se antojaba un milagro tal y como estaban las cosas, pero ya está dicho que en estos casos, todo suele salir mal. El triunfo que hubiera supuesto llegar a la caseta con un 1-2, se frustró en el tiempo de descuento por culpa de una mano tan involuntaria como evidente de De Marcos dentro del área. El penalti restableció en el marcador la diferencia que había existido sobre el terreno de juego. El en otras ocasiones expeditivo Bielsa, esta vez tuvo demasiadas dudas a la hora de introducir cambios en un equipo que no funcionaba. Mucha gente calentando en la banda para nada, como si el argentino estuviera pensando que aquello solo se podía solucionar cambiando a los once. Los rojiblancos se dedicaron a hacer la guerra por su cuenta: Muniain quería ganar el partido él solo, Susaeta se entregaba a un permanente ejercicio de autohipnosis, Llorente no sabía si iba o venía, hacía mucho tiempo que Gabilondo se había ido, si es que alguna vez estuvo, y hasta Iraola daba por momentos explicaciones de por qué había sido suplente los dos primeros partidos. Mientras tanto los delanteros del Betis se movían en el área de Iraizoz como Pedro por su casa, trenzando jugadas entre la incredulidad y el esperpento. El Athletic estaba roto por el eje desde el minuto uno y nadie acertaba a poner remedio mientras todas las miradas se fijaban en unos defensas siempre vendidos. Sobrevino el caos que alcanzó su punto culminante en la tangana que acabó con la expulsión de Mario. El partido, por llamarle algo, se convirtió en un remedo de esas películas americanas que relatan las peripecias de unos adolescentes bobos y sobrehormonados que no encuentran la manera de llevarse al catre a la guapa de clase. La película podía titularse desmadre en la catedral. Los aficionados regresaron a sus casas ya de madrugada, atónitos tras lo que habían presenciado. Hacía tiempo que no habían visto a su equipo tan frágil y desarmado, a merced de un rival que le pudo endosar una goleada abochornante. Y sin embargo, los leones, apelando a la única razón de su casta, consiguieron llegar a los minutos finales manteniendo la posibilidad de empatar el partido, pese a que muchos acusaban de forma escandalosa el esfuerzo del jueves sumado al castigo del propio partido. Quienes después del partido de Bratislava preguntaban dónde se juega este año la final de la Europa League, murmuraban anoche a modo de mantra, 'ahora vamos a Málaga y luego viene el Villarreal', sin terminar de asimilar lo que acababan de presenciar. llévame a Menéame Menéame mira lo que se habla en la blogosfera Technorati: Athletic lleva este post a los favoritos de Google GBookmarks: marcar

11 comentarios:

Gontzal dijo...

Horroroso. Nada positivo a lo que aferrarme. Decepcionado con el equipo, el entrenador y, sobre todo, con mucha parte del público, deseando silbar y el fracaso para cargarse de razones.

La forma de afrontar el partido por parte del Betis muy similar a la del Rayo, significativo. Empeñarse en jugar el balón desde atrás cuando no sale sólo contribuyó a sembrar nerviosismo local y comodidad foránea.

Fatal Bielsa. No vale que la lectura del partido sea correcta, pero que no se ponga remedio.

Y el arbitraje me pareció catastrófico. Ni hay falta de Amorebieta ni lo de de Marcos es penalti. Me pilló muy cerca en el campo. Además, le dejó al Betis trabar el partido como quiso.

Decepcionante Muniain. No se puede ir de sobrado. Ni en lo deportivo, ni en intentar parecer el jefe una banda de Latin Kings. Pudo irse a la calle.

Qué sueño. Y qué depre.

Juan Carlos Latxaga dijo...

Hombre, por buscar algo positivo se puede recordar que a pesar del desastre absoluto el Athletic tuvo opciones de empatar hasta el último minuto.
De acuerdo con que lo de Amorebieta no fue falta, aunque el penalti creo que sí existió. Me dicen que el segundo gol del Betis fue fuera de juego. No he visto repeticiones en tv y en el campo la verdad es que no lo pude apreciar desde donde me siento.
Muniain tiene 18 años y le tienen que ayudar a sentar la cabeza, como hizo Gurpegui sacándole del lío.
Nada de depre. ¡A por el Málaga del jeque!

Iñaki Murua dijo...

Poco que añadir a ambos.

Que Bielsa haga crítica no está mal, pero si no hay enmienda, mal vamos. A ver si resulta que la falta de pericia va a ser generalizada, y no solo de cara a gol.

Buen apunte, Gontzal sobre Muniain. Algún consejo no le vendría mal, como apunta Juan Carlos.

Y si no puntuamos en Málaga la caldera seguirá subiendo de temperatura.

Juan Carlos Latxaga dijo...

Hablemos de palabras, Iñaki. En un post anterior te llamaron la atención mis democrátas de toda la vida. A mi me llama la atención tu falta de pericia (la tuya no, la frase y la palabrita). Me temo que pericia va a ser la palabra de moda esta año en el entorno rojiblanco. Ya la he leído varias veces en varios periódicos. Tener un entrenador argentino enriquece el lenguaje. Los austriacos solo dicen chicos bien, moral alta.

Gontzal dijo...

Yo creo que la palabra de moda esta temporada va a ser dimisión.

Por cierto JC, por más que veo la jugada del penalti más me reafirmo en lo que me pareció en el campo. Tuve posición privilegiada para verlo, pero la sensación es que iba el balón a la mano y que de Marcos hace por quitarla. Pero vamos, sin más, no cambia demasiado que el penalti fuese o no fuese.

Iñaki Murua dijo...

Anda, JC que el otro día oí a Lillo en una retransmisión y llegué a dudar de si hablaba de fútbol, jeje. Entre ése y Marcelo Antonio, seguro que algo de lengua aprendemos.

Gontzal, ¿quién dimite en este país?

Gontzal dijo...

Irureta tuvo que dimitir, Iñaki, o como tal lo vistieron, aunque luego se arreglase como se arregló. Veo una campaña con muchas similitudes. En Twitter, en boca de algunos en San Mamés, en alguna barra de bar -perdón, tertulia- de televisión local...

Juan Carlos Latxaga dijo...

Lo de Jabo fue dimisión. El hombre acabó harto de tanto silbido y tanto lío en San Mamés.
En cuanto a lo del penalti El balón le toca en la mano, pero sí que es verdad que si no pita no pasa nada porque ese balón se iba a perder por el banderín de corner. Ayza Gámez hizo un arbitraje nefasto, no solo por esa jugada, sino por su criterio cambiante a la hora de pitarlas (la de Amorebieta que dio lugar al primer gol no fue falta). Lo que ocurre es que, a mí al menos, me da reparo hablar del árbitro tras un partido como el del domingo porque suena a disculpa, y no es eso, evidentemente.

Gontzal dijo...

Prometo que es el último comentario en esta entrada, que me vas a vetar del blog por pelma...

Sobre lo de Irureta siempre me ha mosqueado que se le pagara la temporada completa, como se dijo, y unas recientes declaraciones del propio Jabo hablando de aquello, que no me acabaron por cuadrar... pero sin más.

Por cierto, que Marathon te da la razón en ver similitudes con el 94...

Iñaki Murua dijo...

JC, al hilo de lo que respondes, y como ando con recuerdos musicales estos días, me acuerdo de las palabras de Labordeta

Gontzal, seremos dos entonces los vetasdos, pero siempre nos quedará la blogosfera, además de los gorjeos en twitter ;-)

Juan Carlos Latxaga dijo...

Aquí no se veta a nadie que no se lo merezca y menos a dos tipos de tanta categoría. A ver qué pasa esta noche en Málaga