miércoles, 3 de septiembre de 2008

La pretemporada

In illo tempore, en las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, el Athletic hacía sus pretemporadas en Larrauri y los jugadores se guardaban las galletas del desayuno para llevarlas a sus casas. Después, a finales de los sesenta, Ronnie Allen se llevó algunas veces a sus chicos a correr a la playa, lo que se interpretó como una rareza de ingleses que fue estupenda y un hallazgo cuando el Athletic quedó segundo en la Liga y una tontería más de Ronnie cuando le echaron al año siguiente. El periodismo deportivo nunca ha destacado por la consecuencia de sus ideas sino por hacer juego con lo que dicta la plebe desde la grada, que al fin y al cabo la plebe es la que compra y lee los periódicos, (o lo hacía hasta ahora). Luego, con la construcción de Lezama en la primera mitad de los setenta, el Athletic aprovechó sus instalaciones para entrenar durante el verano, lo que fue la envidia del resto de los clubs que, poco a poco, fueron construyendo sus 'ciudades deportivas' a imagen y semejanza de las instalaciones rojiblancas.
Fue otro inglés, Howard Kendall, quien trajo al Athletic la moda de las pretemporadas lejos de casa. Como buen súbdito de su graciosa majestad, el bueno de Howard debió de llegar a Bilbao con la idea de que España en verano es sol y moscas, y argumentó con la idea de evitar el calor para llevarse al equipo a Holanda, un país que, además de un verano más benigno, ofrece unas magníficas instalaciones deportivas, campos de fútbol de hierba cuidada en los pueblos más diminutos y un amplísimo catálogo de rivales de todo tipo y condición, dispuestos a hacer de sparrings acoplándose incluso a las necesidades o los deseos del equipo con el que concertaban sus amistosos. Con el tiempo los holandeses han acabado montando un bonito negocio con las pretemporadas sobre todo de equipos españoles, al estilo del que tienen montado los ingleses con los miles de estudiantes que cada verano viajan a la isla a aprender el idioma.
Lo de las pretemporadas en Holanda ha dado para mucho,incluso para aquel escándalo sexual de Alexanco en Papendal, lugar al que por cierto el Athletic ha ido en varias ocasiones.
Después de aquellas primeras experiencias con Kendall, puede decirse que en el Athletic ha habido de todo en los veranos posteriores. Iribar, Clemente o Sáez prefirieron quedarse en Lezama, mientras que los entrenadores venidos de fuera, optaron por un modelo de pretemporada que cabría calificar de curioso, por emplear un término neutro. Así, Heynckes se llevó al equipo a Alemania, lo mismo que Stepi, serbio de origen pero alemán de hecho, mientras que Luis Fernández eligió Francia, como ahora, Caparrós se ha llevado al Athletic a Huelva, ¡qué casualidad!, lo que confirma por una parte que las pretemporadas tienen menos de base científica que de capricho, u otra cosa, del entrenador de turno, y que, tratándose de fútbol, nada más fácil que encontrar una explicación que justifique una decisión y su contraria. Por poner un ejemplo: hace apenas dos o tres años lo fundamental, lo decisivo para la suerte del curso, era que el equipo estuviera unos días de verano en el monte. ¿Se acuerda alguien de Tignes?.
La novedad de este año, aparte de la broma de llevar al equipo a un lugar donde los mosquitos muerden y convertir los entrenamientos (o lo que fueran) en un nuevo espectáculo playero para marujas, marujos, niños y jubilados, ha sido el alto número de partidos (16) que ha jugado el Athletic hasta conseguir que en todo el mes de agosto la plantilla al completo solo haya podido realizar tres entrenamientos en Lezama (ahora dice Caparrós que hay que echar horas). Partidos que en su inmensa mayoría han servido para bien poco y que en algunos casos, como los disputados en Marruecos (consideraciones de índole política al margen) han sido trampas para osos de los que, afortunadamente, los jugadores han salido más o menos bien parados. Por no hablar de la organización, con largos viajes horas antes del encuentro, que en algunos casos, como en Tenerife, llevaron al equipo al estadio con el tiempo justo para jugar, después de improvisar una comida en el aeropuerto y sin el preceptivo descanso previo.
Todo se ha justificado desde la directiva por la prioridad de 'hacer caja', que ha cifrado en medio millón de euros desembolsados por Mediapro. Sin ánimo de llamar mentiroso a nadie, semejante cifra me plantea más de una duda, teniendo en cuenta cómo se cotiza en televisión el fútbol veraniego en general y el del Athletic en particular por su carencia de fichajes de relumbrón o jugadores mediáticos que pudieran despertar el interés de la audiencia. Pero la directiva al menos ha dado una explicación; el entrenador, no. De lo que se deduce que la planificación del verano no se ha hecho con criterios deportivos y el técnico lo ha asumido.
Por cierto, tampoco se ha tenido en cuenta para nada a los socios y aficionados, como lo demuestra la supresión por parte de esta directiva del llamado partido de homenaje al socio que se ha venido jugando tradicionalmente en Aste Nagusia. Eso sí, han recuperado la terraza de Ibaigane.

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